Lucía Vargas Posada
Psicóloga Clínica de Niños y Familia
Para poder aportar como padres, familiares o profesores al buen desarrollo de un
bebé se deben conocer los aspectos básicos del desarrollo evolutivo normal del ser humano: es decir, saber qué se espera que el niño haga durante estos seis meses.
Por ejemplo, que logre el control de su cuerpo en posición boca abajo, o sentado, que agarre y transfiera objetos de una a otra mano, que busque la fuente de un sonido ya sea dirigiendo la vista o mediante el movimiento.
Que se arrastre, inicie el gateo y luego sea capaz de ponerse de pie. Que comprenda al ser llamado por su nombre y sonría, reconozca a los padres y personas de su entorno y que se entretenga cuando está solo con juguetes sonoros y de diferentes colores y texturas.
Es una etapa de exploración y de adquisición de cierta independencia, asociada a la posibilidad de desplazarse por sus propios medios que se inicia mediante el arrastre, seguido del gateo lo cual constituye un logro muy importante, no solo en la motricidad, sino también en el desarrollo de la inteligencia, la percepción, la coordinación de las cuatro extremidades, el equilibrio, el lenguaje, la afectividad y la socialización.
Mucho se ha hablado de “estimular” en esta etapa a los bebés y algunas personas
lo hacen de manera intensa. Sin embargo, debemos tener cuidado, pues si se
sobrestimula al niño se produce fatiga, pérdida de motivación por saciedad o
rechazo de determinadas actividades. Hay que graduar bien la estimulación y
aprender a hacerla en el momento oportuno y por el tiempo necesario, sin
pretender adelantar al niño en un proceso evolutivo que viene genéticamente
determinado. Por ejemplo, esperar que un niño pronuncie más de diez palabras
antes de los 12 meses no es posible sino en casos excepcionales, porque la
producción de los fonemas se da con base en la maduración del sistema
neurológico y de los órganos fono-articulatorios.
Ponerlo de pie para que camine sin que antes se haya arrastrado, gateado y aprendido a arrodillarse y pararse no es conveniente porque el niño pierde el equilibrio con facilidad y se golpea. Menos aún en los casos en que no han desarrollado bien los reflejos protectores, como el reflejo de paracaídas que sirve para apoyar las manos y evitar golpes en la cara.
Pretender que el bebé controle esfínteres al año no es prudente, debido a que su sistema nervioso no está listo para responder a esa demanda.
Un plan de estimulación debe respetar el proceso madurativo normal del ser humano y los horarios de alimentación y sueño del bebé. Debe permitir momentos
para que el bebé permanezca tranquilo y sin estímulos diferentes a su propio
cuerpo y sus sonidos. Así puede explorar y reconocer su cuerpo, aprender a
permanecer sin la compañía de un adulto y a no necesitar del ruido constante,
como ocurre si se acostumbra al niño a escuchar radio y tener siempre televisión
encendida mientras está despierto.
Existen variadas actividades que fortalecen el buen desarrollo y potencializan las
capacidades, para preparar el desarrollo del bebé en el segundo año de
vida. Citaremos solamente algunas de acuerdo con las áreas del desarrollo,
aunque debe entenderse que se dan en la práctica de manera integrada.
1. Motricidad, coordinación y equilibrio. Si a los seis meses el bebé ya se ha arrastrado y gateado comienza a mantenerse sentado con apoyo en sus manos. Gradualmente va eliminando este apoyo hasta que logre mantener el equilibrio lo que le va a permitir manipular objetos con facilidad.
Poco a poco la manipulación de los objetos la va haciendo con mayor precisión mediante el uso de la pinza con dedos índice y pulgar.
Una vez logrado el gateo va a empezar a explorar la casa libremente. Por eso conviene destinar un espacio seguro en la casa para que el niño no corra riesgos. El gateo es fundamental para lograr una buena integración del movimiento de las cuatro extremidades.
En este momento comienza la bipedestación, es decir se pone de pie agarrado y da pasos como preparación para la marcha.
2. Senso-percepción. Al pasar el bebé a la posición sedente se amplía la
posibilidad de ver los objetos en diferentes planos y aumenta su interés por
explorar todo a través de la boca para luego lanzar y escuchar el sonido
descubriendo que él puede producirlo. Se interesa más por escuchar sonidos
y ver y oír canciones infantiles en juguetes musicales y la televisión. Conviene
utilizar juguetes que produzcan sonidos variados, que tengan texturas
diferentes: lisas, corrugadas, ásperas; juguetes de colores como cubos,
livianos y pesados, aros y muñecos, animalitos u objetos para estimular
además, el reconocimiento por el nombre de todos estos. Durante el baño se
puede brindar estimulación táctil, igual que al aplicar una crema, procurando
hacerlo de manera suave y por poco tiempo.
En esta etapa el bebé trata de explorar la comida igual que sus juguetes o todo lo que puede agarrar. Debe permitirse ese contacto que es enriquecedor para el desarrollo.
Ya más adelante el mismo niño tratará de usar la cuchara para comer de manera independiente, pero debe antes comer con su mano, amasar y hasta mezclar algunos de los alimentos.
3. Lenguaje comprensivo y expresivo. La estimulación auditiva a través de
diferentes sonidos, y especialmente de la voz humana, es de la mayor
importancia en el buen desarrollo del habla y la comprensión del lenguaje.
El retraso en el lenguaje se debe en muchos casos a que en esta etapa el bebé
permanece cuidado por personas muy calladas o pasa mucho tiempo solo o
aislado. De ahí la importancia de hablar al niño mientras se le baña, se le da la
comida y especialmente mientras se le dedica tiempo para jugar con él, dado
que el juego no solamente sirve para distraer. El juego es el mejor medio para
promover el desarrollo integral y la manera más efectiva de estimular los
avances del niño en todas las áreas de su desarrollo.
4. Afectividad y socialización. Entre los 6 y 12 meses un bebé diferencia a sus
padres o cuidadores inmediatos (una abuelita o una nana) y aparece el
apego a la figura materna. Por este motivo, reacciona con llanto si un extraño
lo carga y estira sus brazos hacia la madre o el padre, rechazando a otros.
Para que el bebé supere esta etapa de apego que dura más o menos hasta
los 24 meses, es recomendable que los padres socialicen, frecuenten
ambientes donde haya más niños y vayan acostumbrando al bebé a la
compañía de diversas personas y a permanecer tranquilo si se separa de sus
padres por unas horas. En esta etapa también aprende las manifestaciones de
afecto, como las caricias y besos, empieza a discriminar mejor las expresiones
de los rostros como alegría y enojo e imita acciones como decir “adiós”
moviendo su manita. Si recibe aprobación tenderá a repetir su conducta y
buscará ser mimado o acogido mediante el llanto, dado que antes del año no
cuenta con la herramienta del lenguaje para comunicar sus deseos o
necesidades.
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