La epilepsia se puede definir como una condición cerebral crónica, que se caracteriza por presentar una actividad cerebral anormal, de etiología diversa y con manifestaciones clínicas y paraclínicas variadas (1). Tradicionalmente, el conocimiento científico ha tratado de determinar y delimitar las causas y los orígenes etiológicos de la epilepsia. Esto ha permitido, plantear un tratamiento a los afectados con epilepsia de acuerdo con el conocimiento disponible en cada época y lugar (2).
La manera como se manifiesta la epilepsia sirve para definir un origen etiológico (3). A través del tiempo, los síntomas y manifestaciones de la epilepsia se han explicado de diversas maneras: desde posesión demoníaca y hechizos, hasta complicación de enfermedades infectocontagiosas como la malaria. El origen de las crisis epilépticas no siempre corresponde a una misma entidad nosológica, debido a que un mismo síntoma puede ser la expresión de diferentes agentes etiológicos, malformaciones cerebrales, procesos infecciosos o tumorales, entre otros (4).
Una de las primeras clasificaciones disponibles para la epilepsia, corresponde a las encontradas en escritura cuneiforme en la tablilla de arcilla - BM 47753, que se encuentra actualmente en el Museo Británico, y donde los médicos asirios describieron el evento epiléptico: la interpretación clínica detallada al igual que los síntomas se asignaba como posesión demoníaca, donde cada demonio provocaba un tipo de crisis o convulsión diferente en la persona afectada. El tratamiento dependía de la entidad involucrada, al igual que el pronóstico y la severidad de los síntomas que iban desde leves hasta la muerte (5). Posteriormente, en los registros históricos, la interpretación clínica del desorden epiléptico abandona la concepción mágico-religiosa y adopta una más orgánica. Un ejemplo de esto está en la interpretación de la medicina hipocrática que centró la enfermedad en una nosología fisiológica (6). Posteriormente, en el siglo XIX, John Hughlings Jackson propuso el origen neurobiológico de las crisis epilépticas, clasificando la epilepsia como una enfermedad de origen exclusivamente cerebral con múltiples manifestaciones (7).
Sin embargo, es pertinente aclarar que, aunque Jackson nunca desarrolló una clasificación, si centró las bases sobre las cuales se desarrollaron posteriormente los esfuerzos para catalogar y crear la clasificación de las crisis y las epilepsias (8).
Como referente histórico de clasificación semiológica, podemos remontarnos a la “Propuesta de clasificación de la Crisis Epilépticas” de Gastaut de 1964, y aunque la clasificación nunca fue formalmente aprobada por La Liga Internacional Contra la Epilepsia (ILAE) si fue ampliamente usada y divulgada (9). A partir de ahí y pese a la divergencia de conceptos, se han desarrollado diferentes propuestas de clasificación (epilepsias, síndromes epilépticos, crisis epilépticas) donde se tratan de delimitar los términos y significados alrededor de la epilepsia (8).
La descripción semiológica de las crisis y las epilepsias de los pacientes ha teniendo como base el análisis detallado de las crisis, y de los datos obtenidos de las pruebas paraclínicas, [Monitorización Electroencefalografíca con video (VEEG), Secuenciación genética (SG), Resonancia magnética (RM), Tomografía por emisión de positrones (PET), Tomografía computarizada emisión de fotón único (SPECT) y el Estéreo-Electroencefalograma (SEEG) entre otros]. Esto nos lleva a plantearnos una pregunta en torno a la importancia de comparación de las clasificaciones (ILAE- 2017, LUDERS-2019) en torno a lo práctico contra la complejidad y cuál de ellas permite obtener más información con relación a las manifestaciones de los pacientes con epilepsia, ¿Permitirá esto avanzar en el conocimiento de la epilepsia y las crisis epilépticas? (3,10) o por el contrario ¿tanta información enredará aun más el tratamiento?
Por lo anterior, la pregunta podría centrarse en unificar términos y definiciones no solo desde el componente biológico, sino también en la manera en la cual el médico concibe e interpreta la condición clínica de cada paciente torno a su patología y sus síntomas.
Bibliografia
1. Fisher RS, Acevedo C, Arzimanoglou A, Bogacz A, Cross JH, Elger CE, et al. ILAE Official Report:
A practical clinical definition of epilepsy. Epilepsia. 2014;55(4):475–82.
2. Medina-Malo C. “Epilepsia: Aspectos Clínicos y Psicosociales”. Bogotá, Médica Panamericana. 2004.
3. Fisher RS, Cross JH, French JA, Higurashi N, Hirsch E, Jansen FE, et al. Operational classification of seizure types by the International League Against Epilepsy: Position Paper of the ILAE Commission for Classification and Terminology. Epilepsia. 2017;58(4):522–30.
4. Harvey AS, Cross JH, Shinnar S, Mathern GW. Defining the spectrum of international practice in pediatric epilepsy surgery patients. Epilepsia. 2008;49(1):146–55.
5. Reynolds EH, Kinnier Wilson J V. Psychoses of epilepsy in Babylon: The oldest account of the disorder. Epilepsia. 2008;49(9):1488–90.
6. Rocha L. La enfermedad que alguna vez fue sagrada. ciencia. 2005;6–13.
7. Hogan RE, Kaiboriboon K. The “dreamy state”: John Hughlings-Jackson’s ideas of epilepsy and consciousness. Am J Psychiatry. 2003;160(10):1740–7.
8. Wolf P. Development of the nosology and classification of epilepsy: 1909–2009 Peter. Wiley-Blackwell. 2009;131–42.
9. Gastaut H. Clinical and electroencephalographic classification of epileptic seizures. Epilepsia. 1970;11:102–113.
10. Lüders H, Vaca GF, Akamatsu N, Amina S, Arzimanoglou A, Baumgartner C, et al. Classification of paroxysmal events and the four-dimensional epilepsy classification system. 2019;21(1):1–29.
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