El desarrollo psicomotor implica la adquisición y la integración de las habilidades motrices, cognitivas, emocionales y sociales del niño desde el periodo fetal hasta la adolescencia. El término suele limitarse por consenso a los primeros dos años de vida.
Aunque en muchas ocasiones nos referimos al término maduración y desarrollo como sinónimos, no hay que olvidar que la maduración es un proceso genéticamente determinado, que implica la organización gradual de las estructuras neurales, mientras que el desarrollo se refiere al incremento y perfeccionamiento de las habilidades funcionales. Por lo tanto, los factores genéticos y epigenéticos actúan sobre la maduración del sistema nervioso que se traduce en el proceso del desarrollo.
El fenómeno biológico clave en el desarrollo psicomotor es la consolidación de los circuitos corticales. La mielinización, (entendida como el proceso por el cual se forma la vaina de mielina en los axones de las neuronas), de estos circuitos comienza a los ocho meses de gestación y está prácticamente completa a los dos años. Durante este periodo los circuitos neuronales tienen gran plasticidad y son muy sensibles a los estímulos externos. La adquisición del conocimiento y el perfeccionamiento de las habilidades depende de las oportunidades y del estímulo que se le de al niño para observar, sentir, experimentar y copiar de sus pares, así como de la interacción entre su genética y el ambiente que lo rodea que contribuyen de forma interactiva y compleja al proceso de desarrollo.
Los posibles acontecimientos nocivos: ya sean genéticos, intrauterinos o ambientales, durante el tiempo de la mielinización pueden afectar la organización y perfeccionamiento de las estructuras neuronales y ser responsables de alteraciones en el desarrollo psicomotor.
La adquisición de las habilidades motoras depende de:
1. El control postural: depende del ajuste del tono en un gran número de músculos en respuesta al feed-back propioceptivo y visual. El tono muscular progresa a partir del predominio flexor en el recién nacido hasta un equilibrio entre el tono flexor y extensor de las extremidades.
El control postural se desarrolla en sentido cefalocaudal que comienza con el control cefálico y progresa en un orden establecido por la naturaleza que implica la integración del reflejo de extensión que el niño necesita para nacer, para transformarlo en un movimiento voluntario de enderezamiento de tronco que le va a permitir ver el mundo desde otro ángulo. A partir de ese momento la integración motora sumada a la intención y al desarrollo de la atención le van a permitir girar sobre su eje, arrastrarse, sentarse, gatear, arrodillarse y finalmente ponerse de pie y caminar.
2. El desarrollo del esquema corporal o imagen corporal, que está basado en la interpretación de la información propioceptiva, vestibular, táctil y visual.
3. La integración de reflejos primitivos. Las reacciones arcaicas muestran una evolución significativa en el primer año de vida. Su persistencia e intensidad anormales son signos de disfunción del sistema nervioso. Tanto una respuesta intensa a cualquier edad como su persistencia más allá del año, deben ser consideradas como signo de sospecha de alteración en la madurez cerebral.
4. La adquisición de patrones de movimiento que se adaptarán rápidamente en respuesta a las circunstancias ambientales. Se desarrollan también las reacciones de apoyo, defensa y equilibrio, con cambios automáticos del tronco y de las extremidades, que tienen como fin evitar la pérdida de equilibrio y caídas.
El neurodesarrollo es el camino de crecimiento, maduración y evolución del ser humano y se rige por las siguientes reglas:
· Es un proceso continuo, secuencial y por etapas. Está determinado por la maduración del sistema nervioso. Es decir, es necesario que se alcance la madurez en áreas específicas para adquirir ciertas destrezas ya sean motrices, cognitivas, comunicativas, emocionales, etc.
· Se rige por la ley céfalo caudal.
· El proceso de desarrollo es el mismo para todas las personas, pero cada uno sigue su propio ritmo.
Sin embargo, el sistema nervioso del ser humano se adapta a las circunstancias particulares del medio ambiente y recibe su influencia. El desarrollo cerebral se produce de una forma asincrónica, tiene tiempos diferentes para cada una de las habilidades y competencias que se adquieren a lo largo de la vida.
Ventanas Temporales . En los primeros años de vida se abren ventanas temporales y es en ese momento determinado cuando la información del entorno puede entrar e interactuar con los circuitos neuronales corticales.
Son periodos o momentos claves para el desarrollo de habilidades y destrezas. No se trata de fases claramente delimitadas con un principio y un fin bien establecido, sino procesos complejos en los que es clave que se produzcan determinados aprendizajes y avances en el desarrollo, son llamados periodos críticos y periodos sensibles.
Período Crítico: Es un periodo en el que se producen las condiciones biológicas oportunas para lograr la meta del desarrollo; consiste en un incremento masivo de las neuronas y una mayor extensión de sus conexiones lo que permite potenciar los aprendizajes. Los periodos críticos suelen darse durante los primeros tres años de vida, pasado este periodo ya es difícil adquirir ciertas habilidades de desarrollo, es decir, que no es rehabilitable de manera efectiva. Así sucede con otras habilidades.
Período Sensible: Es una ventana temporal algo más amplia que permite cierto aprendizaje y que corresponde a los períodos donde nuestro cerebro es más sensible para la adquisición de determinadas habilidades. El periodo sensible está determinado por la capacidad del cerebro de crear nuevas sinapsis.
Pero, indudablemente el elemento más apasionante es el de la neuroplasticidad, que es la capacidad del cerebro de responder y reorganizarse frente a noxas que lo afecten seriamente y esta condición es muy marcada en la primera década de vida.
La neuroplasticidad puede ser: Reactiva, forma de adaptarse frente a agresiones; Adaptativa,
capacidad de readaptar los circuitos neuronales; Reestructuradora, recupera funciones perdidas o Evolutiva, interactúa en forma plástica con el medio.
Cuando no se hace una adecuada integración de algún patrón en el momento oportuno, ese patrón ya no se integra, pero se puede trabajar en un aprendizaje consiente donde mediante la práctica se vuelva automático y la funcionalidad motora mejore.
Como terapeutas de neurodesarrollo dedicadas a explorar el proceso que lleva un niño debemos tener: actitud, mente abierta, ojo observador, conocimiento profundo del proceso de maduración neurológica y experiencia en el manejo de niños.
En resumen: el desarrollo psicomotor es individual y con transiciones. Es un proceso de cambio sistemático, gradual, adaptativo, donde es necesario perder algunas funciones para poder adquirir otras, (por ej. no es posible lograr la toma voluntaria de objetos a partir de los tres meses, si no ha desaparecido el reflejo de prensión (involuntario).
Tampoco es posible saltar etapas, según la teoría de J. Piaget "es imposible caminar si no aprendió a pararse, y menos correr, si no sabe caminar". Esto es aplicable a la mayoría de las áreas del neurodesarrollo donde se deben detectar y respetar las ventanas temporales y realizar una intervención adecuada que permita la integración de los diferentes patrones motores para la adquisición de las habilidades correspondientes de manera que se vayan construyendo bases firmes, adecuadas y organizadas para el logro de aprendizajes superiores en el niño.
"Las experiencias tempranas marcan las conexiones cerebrales y, por ende, el futuro del ser humano". El Dr. K. Swaiman, neurólogo infantil norteamericano señalaba al respecto, hace más de una década, "El futuro del hombre está en el cerebro de los niños. Si cuidamos adecuadamente el cerebro de los recién nacidos y niños, estaremos cuidando a la humanidad".(1)
(1) Blakemore Saraj-J and Frith U. Cómo aprende el cerebro; las claves para la educación. 2011, editorial planeta, Barcelona, España.