El sueño es un componente fundamental de la conducta humana que puede verse afectado por varios factores asociados al funcionamiento normal (fisiológicos), a las enfermedades (patológicos), al estado mental (psicológicos) al uso de medicamentos (farmacológicos) y a los cambios asociados al envejecimiento. Se entiende por insomnio a la dificultad persistente para mantener y conciliar el sueño, despertar precoz o sueño no reparador. Algunos autores definen el insomnio desde un punto de vista cuantitativo, como dificultad en quedarse dormido (latencia de sueño) en mas de 31 minutos que ocurre al menos tres veces a la semana, al menos por un periodo de seis meses. Se considera insomnio episódico cuando los síntomas duran como mínimo un mes pero menos de tres meses; persistente, cuando los síntomas duran tres meses o más, y recurrente, cuando ocurren dos o más episodios en el curso de un año. De acuerdo con su modo de presentación este puede ser de conciliación (dificultad del paciente para quedarse dormido), de mantenimiento (cuando el sueño se ve interrumpido a lo largo de la noche y hay dificultad para reconciliarlo) y de despertar temprano (frecuente en ancianos y pacientes con depresión). Se denomina insomnio paradójico a una mala percepción del propio sueño en la que la persona manifiesta no haber dormido pero las personas cercanas a él o ella dan fe de que sí lo hizo. El insomnio es el más frecuente de todos los trastornos de sueño en la población general. En algún momento de la vida hasta un 50 % de los adultos lo presentan ante situaciones estresantes. De 10% a 20% de las personas que presentan esta condición la padecerán crónicamente. En cuanto a diferencias por sexo las mujeres son más susceptibles a presentar insomnio en comparación con los hombres (el 40 % de las mujeres se quejan de insomnio y un 30% de los hombres). Al evaluar la condición en adultos mayores de 65 años una de cada dos personas de este rango de edad se queja de insomnio y una tercera tiene insomnio crónico. Al evaluar otras características demográficas como estado civil, nivel socioeconómico, educación, tipo de trabajo, la mayoría de los estudios sugieren que los viudos, solteros o divorciados tiene mayor riesgo de presentar insomnio comparados a los individuos casados. Otros estudios muestran cómo las personas desempleadas tienden desarrollar insomnio. En los grupos de empleados, las personas que realizan rotaciones o turnos en las noches presentan mayor riesgo de presentar insomnio.
Varios factores comportamentales y ambientales aumentan el riesgo de insomnio, como un estilo de vida estresante, inactividad física, siestas irregulares, dependencia del alcohol y uso de cafeína. La alteración crónica de sueño que caracteriza al insomnio primario constituye un factor de riesgo para la aparición posterior de un trastorno de ansiedad o un trastorno depresivo mayor. Se estima que un 35 a 40% de los pacientes con insomnio tiene uno o más síntomas de problemas mentales (tristeza, ansiedad).
Los síntomas más comunes de los pacientes que sufren insomnio son los siguientes: dificultad para conciliar el sueño o permanecer dormido, sueño variable (por ejemplo, varias noches de mal sueño seguidas de una noche de mejor sueño), fatiga o somnolencia diurna, alteraciones en memoria, dificultad para la concentración, irritabilidad, ansiedad, depresión, sensación de falta de motivación y/o falta de energía, temor a no poder dormir.
Las quejas de mal dormir son frecuentes en la actualidad, pero pocas personas solicitan atención médica de forma específica. Esta falta de valoración médica contrasta con la elevada utilización de medicamentos para tratarlas lo que significa que muchos de estos son comprados en farmacias sin una prescripción médica. No siempre el insomnio se maneja con medicamentos. Siempre la primera aproximación no farmacológica será revisar las medidas de higiene de sueño que son parte fundamental del tratamiento:
· Duerma solo lo necesario para sentirse descansado y luego salga de la cama.
· Mantenga un horario de sueño regular (la misma hora de acostarse y despertarse todos los días).
· No fuerce el sueño.
· Evite las bebidas con cafeína después del almuerzo.
· Evite el alcohol cerca de la hora de acostarse.
· No fume (especialmente durante la noche).
· No se vaya a la cama con hambre.
· Ajuste el ambiente del dormitorio (luz, ruido, temperatura) para que esté cómodo antes de acostarse.
· Haga una lista de las cosas pendientes para trabajar para el día siguiente de modo que la ansiedad se reduzca al momento de acostarse.
· Haga ejercicio regularmente, es preferible cuatro horas o más antes de acostarse.
· Evite el uso prolongado de teléfonos celulares o dispositivos de lectura ("tablets con libros electrónicos") que emiten luz antes de acostarse. Esto puede dificultar conciliar el sueño.
Si a pesar de aplicar estas medidas usted no logra dormir bien le recomiendo dos cosas. Escriba un diario en donde anote las dificultades que tiene para dormir. En este debe incluir a qué hora se acuesta, cuánto tiempo se demora en quedarse dormido, cuántas veces se despierta en la noche, el motivo de los despertares frecuentes (por ejemplo, levantarse en la noche al baño, sensación de falta de aire), si ronca o no, la hora de despertarse y por qué no, el contenido de los sueños. Con esta información puede dar el paso al siguiente consejo: buscar ayuda profesional.
Patrick Verhelst / Psiquiatra
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